domingo, abril 24, 2011

PARTES DE MI CORAZÓN.

UNO, REYNA.

Cuando Reyna llegó a nuestras vidas, yo tenía nueve años. Era la primera de la familia que caminaba en cuatro patas. Era preciosa. Yo la recuerdo así a pesar de no tener pedigree. Cuando llegábamos a casa, ella movía la cola que parecía que saldría volando como boomerang, levantaba sus patitas delanteras y las apoyaba en nuestros muslos dándonos la bienvenida y esperando que en respuesta, le acariciemos la barbilla. Esto era especial para nosotros, porque era la primera vez que sentíamos una muestra tan genuina de cariño. Cierto día, llegó a casa una amiga de mi mamá que tenía una hija de poco más de cuatro años, mientras ella jugaba conmigo y nos reíamos fuerte, en un momento inesperado donde ni siquiera la sentimos llegar, Reyna le mordió el tobillo y la hizo pasar de la risa al llanto. En ese instante, descubrimos que no se llevaba bien con los niños. No le gustaban y estaba en todo su derecho de escojer a sus amigos. Ponía sus reglas y eso me gustaba. Sin embargo, ella resultaba ser muy noble cuando recibía órdenes, muy dulce cuando veía a alguno de nosotros llorar y muy leal cuando sentía que algo la podía alejar de casa. Con Reyna descrubrí que el amor no sólo tiene forma humana. Ella se fue cuando más la amaba. Aquella mañana, cuando veía que la enfermedad la carcomía por dentro y ya no comía ni bebía nada, me rehusé a dejarla ir, me despedí de ella como lo hacía todos los días antes de salir a clases. Estaba consciente que pronto se marcharía y paradojicamente sentía que faltaba mucho para eso. Creía en los milagros y en el cándido pensamiento que la medicina la podía salvar. Cuando regresé de clases, ya se había ido. En ese instante sentí un deseo incontrolable de querer tenerla en mis brazos, acariciarla, agradecerle por esos trece años maravillosos a su lado y pedirle perdón porque pudimos haber hecho más para que aún esté con nosotros. Cuando hablo de ella, mi carácter pusilánime sale a flote. Con ella puedo describir que se siente el Amor y que se siente la muerte. La hecho de menos.

DOS, FIDO.

No recuerdo haber conocido a alguien más educado y refinado que Fido. Era un pekines de aproximadamente tres meses. Cuando llegó a casa, todos le dimos la bienvenida con abrazos y frases alagadoras. Hice un horario de sus comidas, compré hígado y robé leche de la refrigeradora para que tenga un banquete. Era, literalmente, un rey. Cuando escuchaba una voz o veía una figura extraña, ladraba descontroladamente y eso me molestaba un poco. No era noble, más bien era orgulloso del pedigree que tenía. Cuando llegaba mi abuelita la mirada mal, como preguntándose qué hacía ella aquí, no me gustan las visitas. Y precisamente, fue ella quién encontró su cuerpo tendido, tieso, sin aire, en el fondo de la casa, en un patio que ahora ya no tenemos. Jamás supimos qué le pasó, la única hipótesis que se encontró fue que le dio un infarto y dejó de respirar. Me sentí más consternada todavía. Fido sólo se había enfermado una vez en sus casi dos años, por qué entonces le vendría un infarto de manera tan abrupta cuando había estado de lo más saludable horas antes. No era justo. A pesar de su carácter malhumorado, que me hacía recordar a gruñon, uno de los enanitos de Blanca Nieves, Fido lleno un espacio de mi corazón que estaba separado sólo para él. Han pasado casi diez años y lo recuerdo perfectamente como si fuera ayer.

TRES, PELUCHE.

Peluche llegó bautizado con ese nombre. Tenía seis meses cuando un amigo nos pidió hacerlo parte de la familia, porque por su tamaño y siendo un samoyedo que crecería más, ya no lo podían tener en su casa. Mi hermano y yo nos enamoramos de sus ojos negros, de su pelaje blanco, de su tamaño y de su caracter tan infantil que inmediatamente dijimos que sí. La primera vez que llegó, sacó las medias, las sacudió fuertemente y las regó por toda la sala. Me sentí orgullosa de él. Era un cachorro y hacer esas cosas eran naturales, vivía su etapa como tenía que vivirla. Cuando llegaba a casa, Peluche se parada en dos patas y casi lograba alcanzar mi tamaño, entonces le tomaba una de sus patas y la colocaba en mi cintura y la otra la entrelazaba con mi mano y comenzabamos con el baile. Otras veces, me tiraba en el suelo, me soltaba el cabello y lo sacudía gritando : Peluche, Pelu, uju. Y él corría con tanto ímpetu que se abalanzaba sobre mi, me mordía con locura y con delicadeza que lograba hacerme cosquillas, al final terminábamos los dos abrazados mirando el techo y sintiendo los latidos apresurados de nuestros corazones. Pasamos buenos momentos. Maravillosos. Hasta que se enamoró. Mi mamá ya lo había dejado salir a visitar a su primer amor que vivía en la esquina de mi casa. Pero una maldita tarde, mi hermano olvidó recojerlo y entonces, algún individuo abyecto lo robó, arrebatandome con él un pedazo de mi corazón. Lo busqué sola tocando puertas. Lo buscamos toda mi familia en el auto, recorriendo avenidas que Peluche jamás había pisado y que creíamos que desorientado tal vez estaría allí. Jamás lo encontramos. La tarde en que perdí a Peluche, también perdí mi infancia.

CUATRO, OREO.

Con Oreo, tengo la prueba irrefutable que el amor a primera vista sí existe. Aunque paresca desorbitante, lo amo profundamente que no sabría que hacer si lo pierdo ahora. A Oreo lo compré cuando no planeaba comprar nada, cuando había discutido con Luis y cuando mi papá me había advertido que no quería un miembro más en la familia. También lo compré cuando desconocía que no era apropiado comprar, si no adoptar. De la forma en que fuera, Oreo fue el primer ser de quien  me hice responsable y lo tomé como mi hijo, como si de verdad yo hubiera alimentado su fragil cuerpo y le hubiera permitido ver la luz del mundo. Cuando llegó a casa, su primera cama fue una cajita. Le tomé una foto a su primera caquita y solía hablarle de las cosas buenas de la vida y de los feliz que él sería. Cuando cumplió cuatro meses, comió un trozo pequeño de pan con veneno que mi tía había dejado atrás de la refrigeradora. Fue realmente un milagro que yo abriera la puerta de mi cuarto y lo encontrara balbuceando. Me dirigía a la ducha, no había nadie en mi casa y de no ir a mi habitación en ese momento, Oreo hubiera muerto. De sólo pensarlo, se me escarapela el cuerpo. Ahora me doy cuenta que haría cualquier cosa que fuera por salvar su vida. Con Oreo cada día es una fiesta. Cuando llego me recibe como lo harían cien niños juntos. Corre, salta, ladra. Me lame toda la cara lo cual interpreto como besos y más besos. Su mirada es lo que me recuerda que tal vez mi infancia no se fue. Tengo un deseo vehemente de protegerlo, de darle lo mejor. Lo amo más de lo que pueda expresar. Con Oreo, siento que tenemos un solo corazón y si él se va, yo me voy con él.

9 comentarios:

  1. Yo leía este post tan sublime en el marco de una tragedia para mí. Ayer, con la premura del tiempo y con las manos temblando, no pude escribir un comentario, ahora lo hago. Ysa, realmente entiendo todo lo que has contado y creo que el amor más sublime realmente puede provenir de un animalito, leal, cariñoso, tierno... mi mascotita Motta murió ayer después de 12 años acompañando y endulzando nuestras vidas, una pekines muy tierna y fiel. Ha sido un gran dolor verla partir tan de improvisto, con su respiración agitada, pero no ha sufrido y ahora descansa en paz. Donde sea que esté, sé que la volveré a encontrar... así como tú amé a mi perrita, sé lo que se siente tener esa 'complicidad'. Gracias x tu hermoso post y por los hermosos sentimientos que tienes :)

    besos

    Lore'

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  2. Aw, recordé a mi Lulú :( mi querida shitzú que murió -así como Fido- de un momento para el otro. Ni siquiera estaba enfermita, todo fue muy raro y me dolió en el alma. Era mi hijita. Y lo peor es que mi Zacarías (yo me opuse a ese nombre, vale aclarar xd) se quedó viudo. Ella era mi compañerita, mi amiga, mi hermana de cuatro patas y tenía el pelo ondulado como yo jiji Aaay de recordarla se me vienen las lágrimas...

    Me encantó, Ysa ♥

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  3. Muchas veces en los animales encontramos incluso más compasión, cariño y comprensión que en muchas personas. Yo nunca he tenido perro, per me gustaría tener uno algún dia. Un abrazo

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  4. Ayyy que bello. Ellos lo son todo, son tan cariñosos y su amor es tan incondicional. Yo tengo una y la adoro, es mi bebe, es mas engreída la jodida, como la quiero !!
    Un besazo bonita.

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  5. Me encantó la entrada, un beso grande preciosa ♥

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  6. hi dear...
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    what do you think?
    xoxo2befab

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  7. Hola, bello blog, profundas letras, íntimas entradas,si te gusta la palabra elegida, la poesía, te invito al mio,será un placer,es
    http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
    gracias, buen domingo, besos múltiples..

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  8. Que lindo eso que escribiste, otra vez te lo digo jajaja. Justo hace poco tuve que hacer unos comerciales que eran para vender un seguro de perros y nos enfocamos en hacer parecer a las mascotas parte de la familia, humanizarlos y mostrar tooodo el cariño que pueden llegar a sentir por ellos, este post me pareció perfecto para ilustrar lo que queríamos decir (:

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